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miércoles, 18 de abril de 2012

La edad de la ilustración.


Durante el siglo XVIII se observa el proceso conocido como la Ilustración, se consideraba al pasado como un tiempo de barbarie y oscuridad, era la creencia de los pensadores y escritores, pero también de reyes o “déspotas ilustrados”.
La Ilustración trasmitió e hizo popular las ideas de Bacon y Descartes y sobre todo de Locke y Newton, estos intelectuales eran considerados como los filósofos. Transmitió la filosofía de la ley natural y del derecho natural. Durante este tiempo se difunde que la idea del progreso es la idea dominante. Por su parte los lectores desarrollaron un especial gusto por los libros prohibidos, los cuales se obtenían con relativa facilidad.
París era el centro urbano del movimiento intelectual, allí se publicó la Enciclopedia el mayor proyecto filosófico de la época, la cual fue editada por Denis Diderot entre 1751 y 1772, en él se observaba una importante actitud crítica con respecto a la sociedad y las instituciones que existían y que resumían el espíritu escéptico, racional y científico del momento.
Otro grupo de pensadores era el de los fisiócratas, a este grupo pertenecían Quesnay y Dupont de Neumors. Los fisiócratas se interesaban por la reforma fiscal e impositiva; fueron los primeros en utilizar la expresión laissez faire (“dejar hacer”), pues creían que la riqueza aumentaría si hubiera una mayor libertad para la inversión y para el comercio y la circulación de mercaderías, aunque insistían en la autoridad planificada desde el gobierno “ilustrado”.
Por toda Europa se encontraban hombres y mujeres que se consideraban philosophes: Federico el Grande, Catalina la Grande, María Teresa de Austria y su hijo José. En Inglaterra el obispo Warhurton, el escocés David Hume y Edward Gibbon.
Los philosophes más famosos fueron los tres franceses Montesquieu (1681- 1755), Voltaire (1694- 1778) y Rousseau (1712- 1778). Los tres fueron considerados genios a pesar de que tenían muchas diferencias entre sí, sus obras más importantes las dedicaron al comentario político y de análisis social. Los tres consideraban que el estado de la sociedad existente podía ser mejorado.
Montesquieu, quien pertenecía a una familia de origen aristocrático, había heredado de un familiar un puesto en el Parlamento de Burdeos. En su obra “El espíritu de las leyes” (1748) desarrollo dos ideas principales; una era la que las formas de gobierno variaban según el clima y las circunstancias, que el despotismo era adecuado sólo para grandes imperios en climas calientes. Su otra gran doctrina estaba dirigida contra el gobierno de Francia, y era la separación y equilibrio de poderes. Los propios amigos philosophes de Montesquieu le consideraban demasiado conservador e incluso trataron de disuadirlo de dar al público sus ideas. En definitiva era un reaccionario y una excepción entre sus contemporáneos por su admiración de la “bárbara” Edad Media.
Voltaire pertenecía a una acomodad familia burguesa, se dedicó intensamente a las cuestiones filosóficas y públicas; estaba especialmente interesado en la libertad de pensamiento. Al igual que Montesquieu era admirador de Inglaterra y en especial por la libertad religiosa que en ese país se practicaba. Luego de 1740 inició definitivamente la predicación de la causa de la tolerancia religiosa. Voltaire atacó a la Iglesia Católica, pero además a toda la visión cristianan del mundo, defendía a la “religión natural” y la “moralidad natural”, sostenía que la creencia en Dios y la diferencia entre el bien y el mal surgen de la propia razón, para él no era necesaria ninguna revelación sobrenatural agregada a la razón.
En materia de política y de autogobierno no era un liberal ni un demócrata. Su opinión acerca de la especie humana era muy desfavorable. Él entendía que un gobierno ilustrado debía luchar contra la pereza y la estupidez, que mantuviera al clero en una posición subordinada, que autorizase la libertad de pensamiento y de religión, y que impulsase la causa del progreso material y técnico. Estaba convencido de que unos pocos podían ser ilustrados, él consideraba que esos pocos debían tener el poder de poner en práctica su programa.
Jean Jaques Rousseau, era protestante y de origen de clase baja, no tuvo posición social, ni dinero, ni sentido del dinero. Creía que en la sociedad, tal como ésta existía, una persona buena no podía ser feliz. Sostenía que la civilización era la fuente de muchos males, y que la vida en un “estado de naturaleza”, si fuese posible, sería mejor. Rousseau se convirtió en el “hombre del sentimiento” y el precursor del “romanticismo” que se acercaba. En El contrato social (1762) parecía contradecir todo, sostenía que el “estado de naturaleza” era una situación salvaje, sin ley ni moralidad. Los pensadores anteriores como Locke, por ejemplo, habían concebido el “contrato” como un acuerdo entre un gobernante y un pueblo. Rousseau lo concibió como un acuerdo entre la gente misma. Era un contrato social, no simplemente un contrato político. En él descansaba la sociedad civil organizada, es decir, la comunidad. Era un acuerdo en el cual todos los individuos entregaban su libertad natural los unos a los otros, fundían sus voluntades individuales en una Voluntad General Colectiva, y convenían en aceptar las normas de esta Voluntad, la cual era soberana; y el verdadero poder soberano era “absoluto”, “sagrado” e “inviolable”. Anhelaba una comunidad de la que toda persona pudiera sentirse parte integrante, que todos los hombres tuvieran un sentimiento de pertenencia y de participación.
Mucha gente creía en el progreso, en la razón, en la ciencia y en la civilización. Rousseau tenía sus dudas y ensalzaba las bellezas del carácter. Montesquieu consideraba útil a la iglesia pero no creía en la religión; Rousseau creía en la religión, pero no veía la necesidad de iglesia alguna. Montesquieu estaba interesado por la libertad política práctica; Voltaire renunciaría a la libertad política, a cambio de garantías de libertad intelectual.; Rousseau buscaba la libertad que consiste en fundirse voluntariamente con la naturaleza y con otros iguales.
El el pensamiento de la Ilustración era completamente secular, todas las iglesias eran abandonadas por los más destacados intelectuales. La tolerancia en religión, o la indiferencia, se convirtieron en el sello del progreso. Los pensadores proporcionaban teorías de la sociedad en las que no intervenían las explicaciones cristianas. La virtud más importante consistía en ser socialmente útil. Se creía que el más importante instrumento de progreso era el Estado.
Los pensadores de la época no eran nacionalistas, sino “universalistas”; creían en la unidad de la humanidad y sostenían que todos los hombres vivían bajo la misma ley natural del derecho y de la razón. Todo el pensamiento de la época se proponía hacer a los hombres. Montesquieu quería garantías contra el despotismo; Rousseau quería la liberación de los artificios y de las presiones de la sociedad; Voltaire deseaba confiar en un gobierno poderoso y bien dispuesto, un “déspota ilustrado”.



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